Sin tener que pretender nada, sin exigencias ni
restricciones.
Un lugar en el que todo es posible, al menos por un rato.
Un lugar seguro y cálido donde yo me encuentro conmigo y
favorezco
mi proceso de vivir.
Donde conecto con la fuente de energía vital y recuerdo todo
aquello
que deseo y que alguna vez soñé.
Donde puedo llorar, estar enojada o triste y nadie me va a
juzgar.
Mi paraíso corporal.
Mi lugar de aceptación.
Mi realidad.
El lugar desde el cual es más sano seguir.
Un espacio de reencuentro.